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Entrevista a Carlos Malamud :“La relación entre España y América Latina es cada vez más un camino de doble dirección. “

Carlos Malamud es investigador principal del Real Instituto Elcano y catedrático de Historia de América en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Miembro de la Academia Nacional de la Historia de Argentina. En 2015 fue seleccionado como uno de los “50 intelectuales iberoamericanos más influyentes” según Esglobal. Ha sido Senior Associate Member (SAM) en el Saint Antony’s College, Universidad de Oxford (1992/93), e investigador visitante en la Universidad de los Andes (Cátedra Corona, 2003) y el Instituto Di Tella (Buenos Aires). Entre 1996 y 2002 fue subdirector del Instituto Universitario Ortega y Gasset, y director de su programa de América Latina. Doctor en Historia de América por la Universidad Complutense de Madrid. Fue miembro del Consejo Asesor del Instituto de Cultura de la Fundación MAPFRE. Actualmente combina su trabajo como historiador con el de analista político y de las Relaciones Internacionales de América Latina.

Para comenzar, nos gustaría pedirle que nos resumiera, a grandes rasgos, la situación actual latinoamericana, desde el punto de vista socio-económico.

América Latina es una de las regiones del mundo más golpeadas por la pandemia.

Con solo el 8% de la población mundial, tiene el 30% de los casos y el 20% de los muertos provocados por el COVID-19. ¿Por qué se ha llegado a esto? Básicamente porque se partía de una situación lastrada por grandes debilidades (escaso poder y presencia del Estado, de los sistemas de salud públicos) y limitaciones (menor capacidad de maniobra fiscal y de endeudamiento que en la crisis de 2008).

A esto se agrega el hecho importante de que las perspectivas existentes a comienzos de 2020 sobre el futuro de la región eran muy moderadas. El año 2019 se había cerrado con grandes protestas sociales en muchos países de la región y la expectativa era que se reprodujeran y aumentaran en 2020. Sin embargo, una de las consecuencias de la pandemia es que acható la curva de la protesta, aunque la duda a futuro es si estas reaparecerán y, especialmente, ¿cómo, cuándo y dónde? Los precedentes recientes de Chile, Colombia, Guatemala y Perú indican que hay que ser muy cautelosos y vigilantes al respecto.

En muchos de sus estudios y entrevistas, hace hincapié en el uso indiscriminado de los términos América Latina e Iberoamérica. ¿Desde la perspectiva económica, por qué es importante hablar de Latinoamérica y no de Iberoamérica?

El concepto Iberoamérica se utiliza simultáneamente para aludir a la suma de América Latina más España, Portugal y Andorra y como sinónimo de América Latina, lo cual introduce una cierta confusión porque en muchas ocasiones no sabemos de qué realidad estamos hablando. Reservaría el nombre Iberoamérica para la primera acepción, vinculada a la existencia de lo que un día se llamó la Comunidad Iberoamericana de Naciones, mientras que dedicaría América Latina a las naciones americanas de lengua española y portuguesa.

Ahora bien, en ciertos sectores de la sociedad española, y por recelos históricos y culturales, se rechaza la utilización de esta última denominación al considerar que tiene un origen francés que atenta contra la razón histórica. Sin embargo, el mayor problema es que la gran mayoría de los latinoamericanos se identifican a si mismos como latinoamericanos. Y si ellos optan por tal denominación ni nosotros ni nadie tiene el derecho de cambiarla o de llamarlos de otra manera. Finalmente, en términos internacionales, en prácticamente ningún lugar del mundo se utiliza el nombre de Iberoamérica, ni los organismos internacionales y multilaterales lo usan.

Desde una perspectiva económica, y teniendo presente que esto afecta negativamente la imagen de España en la región latinoamericana, es preferible la utilización de América Latina y no de Iberoamérica. Y más si las empresas españolas tienen una clara proyección internacional: no es conveniente utilizar un doble lenguaje con dos mensajes diferentes aplicado a realidades aparentemente distintas.

 Latinoamérica ha buscado aunar esfuerzos mediante mecanismos de integración regional, desde distintos niveles y sectores, fundamentalmente económicos. En su opinión, ¿cuál ha sido el resultado? ¿son viables en una región tan extensa y diversa? ¿En qué sectores/ámbitos los ve factible?

En estos momentos, y por diversas razones, se puede afirmar que el proceso de integración regional en América Latina está en crisis. La gran mayoría de las instancias de integración surgidas en los primeros 15 años del siglo XXI, como la Unión de Naciones del Sur (UNASUR), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) o la Alianza Bolivariana de los pueblos de nuestra América (ALBA), están paralizadas o en fase terminal.

Pero esto no se debe a la extensión del continente, o a su diversidad. El caso europeo, salvando las distancias y sin plantear una comparación imposible, muestran que los problemas latinoamericanos son otros. Los excesos de retórica y de nacionalismo, junto con un marcado déficit de liderazgo han incidido negativamente en el proceso, a lo cual hay que añadir el excesivo peso de la diplomacia presidencialista.

En estos momentos es muy complicado avanzar por este camino, aunque hoy es más necesario que nunca, más allá de la fragmentación y de la heterogeneidad política que hoy planea sobre la región. Para ello habrá que primar la concertación y la cooperación, comenzando por aquellas áreas donde hay mayores posibilidades de avanzar, como la construcción de infraestructuras de conexión o la armonización de normas que dificultan el comercio intrarregional, sumamente poco desarrollado.

América Latina ha sido una de las regiones más afectadas por la pandemia de la Covid-19 a múltiples niveles.  ¿Cuál ha sido a su juicio el mayor impacto que ha sufrido la región?

El impacto económico y social que provoque la pandemia será brutal. Desde esta perspectiva, los efectos de la pandemia están siendo brutales y se estima que en el futuro inmediato (incluyendo los dos o tres próximos años) estos sean todavía mayores. En términos económicos, en 2020 la caída del PIB estará en torno al 9% y la recuperación en los años posteriores será lenta y desigual. En buena medida, en parte al estado de sus principales socios económicos y comerciales (EEUU, China y la UE).

En términos sociales, todas las estimaciones, comenzando por las de la CEPAL prevén un aumento considerable de la pobreza y de la extrema pobreza, de la desigualdad y del desempleo. Tampoco se debe olvidar el alza de la informalidad, de la desnutrición y del abandono escolar. Entre los grupos más vulnerables sobresalen las mujeres y los jóvenes, sin olvidar a los indígenas.

Los sectores populares que se habían incorporado a las clases medias tras la expansión provocada por el súper ciclo de las materias primas, y que ya estaban padeciendo las consecuencias del débil crecimiento económico de los últimos tiempos, están siendo muy golpeadas. La perspectiva de volver a la pobreza (que ya es una realidad en muchos casos) alimenta nuevas protestas sociales y respuestas violentas.

El desempleo regional en el primer semestre de 2020 fue del 11,4% y se estiman en 47 millones los empleos perdidos en el segundo trimestre de 2020. La pobreza aumentará en 45 millones de personas (se llegará a 231 millones de pobres, el 37,3% de la población regional). Algo similar ocurrirá con la extrema pobreza, que se incrementará en 28 millones de personas (96 millones de personas en la extrema pobreza, el 15,5%). Las cifras no solo muestran un serio retroceso frente a los grandes avances de los últimos años, sino también hacen temer, de no corregirse a medio plazo, un importante aumento de la conflictividad social.

¿Qué medidas pueden ayudar a su juicio a encontrar la vía de la recuperación a la región?

La clave estará en el proceso de reconstrucción para salir de la depresión provocada por la pandemia. Para ello la disciplina económica, el orden político, la paz social, la seguridad jurídica y la cooperación intrarregional serán determinantes, aunque está claro que en este sentido hay muchas dificultades dependiendo de la realidad de cada país.

Dadas las limitaciones económicas y financieras regionales, será importante contar con el concurso de los organismos financieros multilaterales, como el Banco Mundial y el FMI, y regionales, Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y CAF-Banco Latinoamericano de Desarrollo.

La ausencia europea en este esfuerzo no sería muy bien entendida por los socios latinoamericanos. Es más, en el contexto actual cualquier vacío que dejen tanto la UE como los EEUU será ocupado por China. Pero, sobre todo, serán los gobiernos y las sociedades latinoamericanos los principales responsables de seguir un camino virtuoso.

¿Qué sectores considera que pueden ser relevantes de cara al desarrollo futuro? ¿Y qué países considera están apostando por ellos?

Se debería apostar por un Pacto Verde (cambio de la matriz energética en base a energías no renovables y lucha contra el cambio climático), confluyendo con la UE y, probablemente, con la Administración Biden, y también por impulsar la revolución digital en sus respectivos países. Desarrollo de infraestructuras digitales y de interconexión. Hay algunos países que destacan más que otros. Entre los primeros se encuentran Chile, Colombia, Costa Rica y Uruguay.

La búsqueda de una nueva matriz productiva no se debería hacer a costa de sacrificar las actuales fortalezas, como la producción y exportación de alimentos y materias primas, sino de aprovecharlas de una manera más completa e inteligente.

Las empresas españolas siguen aportando mucho a las economías latinoamericanas donde están implantadas. ¿Qué papel puede tener España en la recuperación de la región latinoamericana?

El papel de España puede y debe ser importante, aunque su capacidad de acción en el proceso de reconstrucción pospandemia se verá mermado por la intensidad de la crisis en la economía y la sociedad españolas. Esto repercutirá negativamente en la capacidad de acción de nuestros programas de cooperación al desarrollo. De todos modos, España puede jugar un papel importante, movilizando recursos y políticas tanto en la UE como en los organismos multilaterales.

La inversión directa de origen latinoamericano en España también ha sido consistente en los últimos tiempos. Desde su perspectiva, ¿cómo puede potenciarse más esta bidireccionalidad de las inversiones?

La relación entre España y América Latina es cada vez más un camino de doble dirección. Para que España esté más presente e influya más en América Latina es preciso que América Latina este cada vez más presente e influya más en España. De hecho, por ejemplo, un factor que impacta de forma directa sobre la imagen de España en América Latina es el sentir de las importantes colonias de inmigrantes. España supo beneficiarse de su conocimiento de la región latinoamericana (y de sus lenguas y culturas) para impulsar sus inversiones. Ahora debe hacer lo propio para aumentar el flujo de la IED latinoamericana en España. Lo ocurrido con la inversión mexicana (hoy es la sexta en importancia en nuestro país) es un claro ejemplo.

Se suele indicar que de las crisis surgen oportunidades, ¿qué oportunidades puede encontrar Latinoamérica de esta crisis?

América Latina saldrá muy golpeada de la misma. Se trata de una crisis de la cual todavía no se ha tocado fondo ni en América ni en Europa. En América Latina la economía saldrá muy golpeada, pero también sufrirán la sociedad y la política. Todo esto en un contexto de creciente desafección con la democracia y sus instituciones, pero también con la actitud de las elites, tanto las tradicionales como las nuevas. Es evidente que la suma de estos factores puede ser un notable caldo de cultivo para la emergencia de nuevos liderazgos populistas, unos ubicados más a la izquierda, otros más a la derecha, pero todos con un fuerte componente iliberal y antidemocrático.

Sin embargo, en la medida que se cobre plena conciencia de la situación y que se requieren nuevas reglas de juego, la reconstrucción pospandemia podrá ser una excelente oportunidad para asentar nuevas bases sobre las que impulsar el desarrollo económico, pero también para regenerar las relaciones sociales y la política. Es necesario completar el proceso de incorporación pleno de las nuevas clases medias al entorno social y económico y frenar el movimiento de descenso social que está provocando la pandemia.

¿Desearía compartir con nosotros un mensaje adicional de cara al futuro?

Dos. El primero que la vacuna puede ser un camino idóneo para salir de la crisis, pero exigirá un importante esfuerzo de los aparatos estatales y de salud. La vacuna debe ser un bien público distribuido con equidad, comenzando por los grupos más vulnerables.

El segundo, para que la mayor parte de las oportunidades que puedan surgir en el futuro inmediato se plasmen es necesario que las sociedades latinoamericanas, sus ciudadanos y sus elites sean capaces de articular un nuevo contrato social que permita eliminar buena parte de las rigideces y barreras que actualmente comprometen el desarrollo.

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