La construcción antisísmica en Latinoamérica ha sido objeto de una creciente atención y de esfuerzos innovadores en los últimos años, especialmente en países con una alta actividad. Su importancia es vital debido a la frecuencia y magnitud de los terremotos que afectan a la región.
En un entorno geográfico propenso a movimientos telúricos, la seguridad y resistencia de las edificaciones se han convertido en una prioridad fundamental para salvaguardar vidas y proteger el patrimonio urbano.
México, en particular, ha sido especialmente afectado por devastadores terremotos a lo largo de su historia, lo que lo ha llevado a ser un laboratorio activo para la innovación en construcción antisísmica. La experiencia y las lecciones aprendidas de estos eventos catastróficos han impulsado al país a buscar soluciones efectivas para proteger su infraestructura y su población.
Retos de la construcción sismorresistente
José Antonio Flores Ruiz, experto mexicano en construcción sismorresistente, destaca que, si bien existen códigos razonables en las grandes ciudades de la región que proporcionan un nivel medio de protección ante daños, aún existen desafíos importantes.
“En Ciudad de México, por ejemplo, se diseñan las estructuras para un desempeño de prevención de colapso para un sismo con periodo de retorno de 250 años, que es más frecuente a lo que se acostumbra en otras regiones”, afirma.
Por eso, el especialista señala que uno de los principales retos es establecer códigos de diseño de ingeniería industrial que cumplan las expectativas de los usuarios de los edificios, ya que la mayor parte del país no cuenta con ellos. Eso hace que sea fundamental “concienciar a inversores sobre el riesgo sísmico” y asesorarse con ingenieros competentes para reducirlo con mejores estructuras.
Otro de los grandes desafíos es la implementación de estos códigos, ya que los procesos para la obtención de licencias de construcción a menudo no conllevan una revisión detallada del proyecto estructural. “Si bien Ciudad de México ha dado un paso adelante con la activación de un Departamento de Seguridad Estructural, otras ciudades deben seguir su ejemplo para garantizar la adecuada implementación de normas”, advierte.
Escaso control de calidad
El último de ellos se trata del control de calidad, especialmente en áreas más remotas donde la falta de recursos financieros y técnicos dificulta el establecimiento de procesos efectivos de control de calidad. Para garantizar la seguridad en todas las construcciones es necesario fomentar y respaldar estos procesos en todas las regiones del país.
En general, existe una gran falta de conciencia y educación en el sector de la construcción antisísmica, por lo que muchos constructores y propietarios de edificaciones desconocen las ventajas de las nuevas tecnologías y pueden resistirse a implementar cambios en sus prácticas constructivas.
Según afirma el experto, es fundamental promover la capacitación y la divulgación de información para que los profesionales de la construcción comprendan la importancia de invertir en medidas de seguridad sísmica. La colaboración entre gobiernos, instituciones educativas y el sector privado puede ser clave para lograr una mayor concienciación y adopción de prácticas constructivas seguras.
Un futuro de innovación
En los últimos años, el debate de la construcción sismorresistente lo han marcado términos como el superadobe, un material que ha ganado popularidad como una opción sostenible y asequible para comunidades en áreas vulnerables. Este método, desarrollado por el arquitecto Nader Khalili en la década de los 80, ha demostrado ser una alternativa interesante para construir estructuras resistentes utilizando materiales locales y de bajo costo.
Sin embargo, Flores Ruiz explica que este material es muy dependiente de la geometría de las estructuras, por lo que solo funciona para edificios relativamente pequeños. A esto se suma que no está contemplado en la normativa de ningún código urbano, por lo que es relegado principalmente a zonas rurales.
En contraste, expone que las líneas de investigación más importantes para mitigar el riesgo sísmico se centran en cuestiones de aislamiento de base o amortiguadores. Estas, además, son soluciones que se pueden implementar en casi todos los edificios que se construyen en las ciudades. “En Japón, por ejemplo, los edificios aislados en la base son muy comunes. En Turquía, que tuve oportunidad de visitarlo después del terremoto de febrero, todos los hospitales públicos se construyen con aislamiento en la base por mandato del gobierno, para que puedan permanecer funcionales después de un sismo”, indica.
Compañías aseguradoras
El ingeniero hace alusión también a la dificultad de las compañías aseguradoras para evaluar el riesgo sísmico en países como México, ya que la calidad de construcción y desempeño ante riesgos naturales es muy variable por la falta de codificación y control de calidad. “Yo consideraría la posibilidad de desastres naturales como huracanes o terremotos como alto y sugeriría a las aseguradoras que establecieran estudios de riesgo sísmico que puedan ser confiables y fáciles de interpretar para poder reducir las primas a los asegurados”, valora.
Pone como ejemplo los estudios que se realizan en Estados Unidos llamados PML (Probable Máximum Loss), pues buscan incentivar la adopción de medidas de seguridad sísmica en la construcción de edificios. Es decir, si el edificio tiene cierta calificación, las primas se reducen significativamente. Concluye, por tanto, que en Latinoamérica sería necesario implementar algo similar, con ingenieros especializados en ingeniería sísmica que, además, sean éticamente responsables.
Ha colaborado en este artículo…
José Antonio Flores Ruíz es licenciado en ingeniería civil en la Ciudad de México con una maestría en diseño por la Universidad de Canterbury en Nueva Zelanda en el año 2005.
Un año después, se mudó a California donde comenzó a trabajar para Degenkolb Engineers y en el 2022 abrió una oficina en México.
Durante los últimos casi 20 años de su vida se ha especializado en diseño sísmico, en particular en la rehabilitación de edificios existentes, torres de hormigón de gran altura y construcciones nuevas empleando el conocimiento técnico obtenido en varios viajes después de grandes terremotos como los de Turquía.