La crisis sanitaria desatada por el COVID-19, y su impacto en la economía mundial, golpearon a la industria del petróleo en el primer trimestre del año, alterando de una manera inédita tanto la producción como la demanda del crudo. En marzo y abril, cuando las restricciones impuestas a escala internacional generaron ceses de actividad empresarial y estrictas limitaciones de movilidad, el desplome de la demanda alteró todas las cadenas de suministro. Desde entonces, la demanda ha bajado considerablemente respecto a anteriores ejercicios, y todas las previsiones apuntan a que la situación se prolongará durante meses, hasta bien entrado 2021.
La limitación de producción para contener el exceso de oferta en el mercado, la gestión de existencias ante la escasa demanda y la importancia del sector como valor estratégico han sido aspectos fundamentales que se han debatido en los últimos meses. Todos los actores implicados en la producción, almacenamiento y distribución han de tener en cuenta estos aspectos tanto de cara a la recuperación como ante un futuro incierto que puede volver a hacer saltar por los aires los mecanismos de regulación.
El impacto de la Covid-19 en la industria petrolera
A medida que la pandemia de la Covid-19 se propagaba por el mundo, los gobiernos e instituciones sanitarias fueron dictaminando medidas de restricción a la movilidad y de confinamiento que provocaron un parón sin precedentes de las actividades económicas en general.
Este parón afectó especialmente a la industria petrolera, en gran parte, porque cerca del 70% del consumo total de petróleo a nivel global corresponde al transporte aéreo y terrestre que se vio paralizado. El nuevo escenario ocasionó una caída tanto de la producción, como de la demanda y los precios.
Para comprender mejor el reto que esta situación está suponiendo para esta industria, antes de aportar las implicaciones desde la perspectiva aseguradora, es conveniente realizar un muy breve repaso por la evolución que siguieron estos 3 aspectos durante estos meses.
El Precio
Según el último informe de la OPEP, referencia para el precio del petróleo, en los últimos doce meses, el precio del barril ha descendido un 33,13%.
Las referencias del Brent (tipo de petróleo que marca la referencia en los mercados europeos) y del WTI, (West Texas Intermediate, tomado como referencia en el mercado petrolero de Estados Unidos) han llegado a ubicarse en estos últimos meses por debajo del umbral de los 40$/barril.
Contextualizando los meses de crisis sanitaria en el histórico, tanto Brent como WTI sufrieron al comienzo de la crisis el mayor descenso de valor desde 1991.
La previsión para este 2020, de acuerdo a un sondeo realizado por Reuters a 40 analistas y economistas publicado por la OPEP, es que los precios del petróleo se mantengan cerca de sus niveles actuales, ya que el aumento de los casos de coronavirus amenaza con desacelerar el ritmo de recuperación de la demanda y contrarrestar de esta manera los recortes de extracción de los principales productores.
La Demanda
Según la Agencia Internacional de la Energía, la demanda mundial este año, desde enero a julio, descendió respecto a 2019 en 10,5 mb/d.
La caída de la demanda se explica fundamentalmente por el parón del sector transporte, que como comentamos anteriormente, representa el mayor consumo.
Mientras se relajaban las medidas de confinamiento, se dio una fuerte recuperación inicial liderada por la gasolina, pero el crecimiento ha ido desacelerando y la curva se ha aplanado.
El informe de septiembre de la OPEP señalaba un descenso de la demanda, principalmente por los bajos niveles de actividad económica en alguno de los principales países no pertenecientes a la OCDE. Este dato fue parcialmente contrarrestado por una demanda mejor de lo esperada en Europa.
La EIA estima que el equilibrio entre oferta y demanda no se dará hasta el segundo trimestre de 2021.
La Producción
Según datos publicados por la OPEP, la producción petrolera a junio 2020 fue la más baja registrada desde el año 2000.
En marzo, la prensa internacional informaba que casi todas las refinerías a lo largo del mundo se estaban preparando para realizar recortes en su producción, afectadas por un impacto sin precedentes en la demanda, ya que cada vez más países imponían cierres y restringían los viajes para contener la propagación del coronavirus.
El 12 de abril, la OPEP y los principales productores independientes -Azerbaiyán, Bahréin, Brunéi, Kazajistán, Malasia, México, Omán, Rusia, Sudán y Sudán del Sur- llegaron a un acuerdo inédito para recortar la producción para compensar el exceso de oferta en el mercado.
En global, los países pertenecientes a la OCDE, en el primer semestre del año, contaban con unas existencias acumuladas de 3.225 millones de barriles.
Repercusiones en América Latina
El sector de hidrocarburos es uno no de los principales pilares económicos de esta región.
Según un reciente estudio de CELAG (Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica), las consecuencias del desajuste de oferta y demanda y de los precios, así como la especulación financiera, impactaron de diferente modo en los países latinoamericanos productores de petróleo.
Los especialistas de CELAG señalan por ejemplo el caso de México y Venezuela, países para los cuales la principal consecuencia se reflejaría en los presupuestos, los que se verían reducidos en los siguientes años, así como en la reducción de la producción. En el caso de Venezuela hay que sumar a esto la problemática del bloqueo y las sanciones al sector energético.
En relación a Brasil, los expertos advierten que el impacto de la pandemia afectaría también a cuestiones como las licitaciones. Si en el escenario previo a la pandemia ya eran pocos los participantes en las rondas de licitación de pozos, con la crisis derivada de ella, indicaban los expertos, la situación se podría ver agravada. Hay que destacar que Brasil se encuentra actualmente en un proceso de privatización de su industria, al igual que Ecuador, lo que podría hacerlos más vulnerables.
Por otro lado, está el caso de algunos países de Centroamérica y el Caribe que son importadores netos de combustibles, y que se verían afectados de manera particular por la volatilidad de los precios que se registran en el mercado petrolero internacional.
A futuro, la industria petrolera supone para la mayoría de los países productores, una importante baza competitiva con vistas a la recuperación económica.
El respaldo del sector asegurador
Es notorio, a nivel de sector global, el negativo desequilibrio acumulado durante los últimos años entre primas y siniestros de las operaciones Downstream. Esto ha provocado, desde hace unos meses, un importante incremento en las tasas de riesgo aplicadas, especialmente acusado en aquellos negocios que han presentado siniestralidad reciente.
Simultáneamente, la deteriorada situación financiera de los operadores, causada por la caída de ingresos a consecuencia de la pandemia y la consecuente reducción de actividad económica global, ha tensionado la liquidez de las compañías petroleras. Esta crisis está suponiendo una vuelta más de tuerca a la ya difícil situación previa por la caída del precio del barril, fruto inequívoco de la imparable transformación del paradigma energético mundial y que acelera la reducción de la demanda de petróleo respecto de etapas anteriores.
Esta combinación de efectos ha generado importantes movimientos a ambos lados del tablero asegurador internacional; por el lado del asegurado, una importante reducción de sumas aseguradas para la garantía de Pérdida de Beneficios, la creciente diversificación de sus actividades (con la incorporación de activos energéticos renovables) e incremento del nivel de autoseguro en forma de reducción de límites de indemnización y aumento de deducibles y retención de riesgos; y por el lado del asegurador/reasegurador, incremento sostenido de las tasas de riesgo aplicadas (en función de la calidad del riesgo del operador), limitación de las coberturas y significativa reducción de las capacidades ofertadas hasta el momento. Pero, sobre todo, intensificación de la selección de riesgos en función de su nivel de gestión y seguridad.
Estas dos trayectorias tenderán a encontrarse en un punto de equilibrio que garantice la sostenibilidad del negocio asegurador, y un nivel de atractivo suficiente para continuar con la transferencia de una parte muy importante de los riesgos de los Operadores Petrolíferos al Sector Asegurador. A nadie escapa la exposición de esta actividad industrial a un elevado nivel de riesgo intrínseco convencional, e incluso CAT en determinadas geografías, combinado con unos escenarios de estimación de pérdidas potenciales “multibillonarias”. Solo aquellos negocios que prioricen una estrategia decidida, y claramente comprometida, en materia de Gerencia de Riesgos, basada en una adecuada y permanente evaluación y control, obtendrán del mercado asegurador una respuesta atractiva.
El papel de la Ingeniería de Riesgos, como servicio de valor añadido, se confirma como un elemento clave para ayudar a los operadores en la mejora de la seguridad de sus activos. Una actividad de muy alta especialización que requiere de un trabajo comprometido y bien coordinado entre Asegurado, Bróker y Compañía de Seguros para alcanzar, juntos, el resultado deseado por todos; una minimización eficiente de los riesgos.
Y todo lo anterior, junto con un imprescindible ajuste de costes de todos los intervinientes, y una vocación de compromiso a medio y largo plazo que permita disponer de tiempo de reacción suficiente para todos aquellos que siguen confiando en la sostenibilidad de este sector estratégico mundial.
César López
César es Ingeniero Agrónomo por la Universidad Politécnica de Madrid, Diplomado en Ingeniería Ambiental por la EOI, Máster en Seguridad Integral por la UPM y Executive MBA por el IE. Cuenta con más de 30 años de experiencia en Gerencia de Riesgos, Ingeniería de Seguridad y suscripción de riesgos industriales.
Durante los últimos 19 años, ha desarrollado su actividad profesional a nivel nacional e internacional para el Grupo MAPFRE. Primero, hasta 2014, como director de operaciones de ITSEMAP y, posteriormente, como director del Área de Ingeniería de MAPFRE Global Risks. Desde enero de 2020 es el responsable del negocio de Petróleo y Gas de la Unidad de Riesgos Globales de MAPFRE, y dirige un equipo multinacional de suscriptores especialistas, basados en Madrid y Londres.