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Minería

¿Qué puede aportar España ante la crisis de las materias primas?

La diversidad geológica de la geografía peninsular dota a España de un importante potencial minero, que ha permitido al país convertirse en uno de los principales productores y exportadores de la Unión Europea. Entre las posibilidades que ofrece la industria extractiva, la región podría ser garante del suministro de materias primas estratégicas para el desarrollo tecnológico y sostenible. Roberto Martínez Orío, jefe de Área de Recursos Minerales del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC), nos habla de la hoja de ruta a seguir para potenciar las cadenas de suministro de estos minerales críticos.

En España, como en otros países, hay varios escenarios mineros que se perfilan según el tipo de producto que traten, y que también por ellos cuentan con un mayor o menor valor añadido que se traduce en un impacto positivo para la sociedad, encuadrado en aspectos tan importantes como el desarrollo económico de la región, la creación de empleo o la sostenibilidad medioambiental. Roberto Martínez Orío, jefe de Área de Recursos Minerales del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC), perfila así las actividades extractivas del país:

  • Minería tradicional. Es la más abundante en cuanto a número de explotaciones, que se caracterizan por ser pequeñas, con pocos empleados y un volumen de producción relativamente bajo y dirigido a la obtención de materiales para construcción y obra pública (carreteras y ferrocarriles).
  • Roca ornamental. Buscan la obtención de mármol, granito o pizarra, materiales de construcción de mayor valor añadido. Las extracciones han alcanzado un nivel tecnológico superior, especialmente desde la crisis de 2008, cuando en una coyuntura de reducción de mercado España adquirió un compromiso de calidad que lo ha convertido en uno de los principales productores de la Unión Europea.
  • Minerales industriales. Aquellos que se utilizan en procesos industriales casi sin tratamiento desde su extracción, como fluorita, estroncio, sulfato de sodio o sales potásicas. Su aplicación es amplia y fundamental en sectores como el siderúrgico, el farmacéutico o metalúrgico.
  • Minerales metálicos. Son las explotaciones de mayor tamaño, de más valor añadido y que más empleo crean, además de las más avanzadas tecnológicamente. España fundamentalmente cuenta con las láminas metálicas del suroeste de la región, la llamada faja periférica, que recorre Sevilla y Huelva y se prolonga hasta Portugal. Obtiene cobre, plomo, zinc y plata. Además, existen explotaciones de wolframio y tántalo en Castilla León y Galicia.

En este inventario podemos integrar un concepto que ha adquirido trascendencia en un contexto de transición tecnológica y exigente mercado competitivo: las materias críticas. El calificativo varía según las necesidades del mercado. “La lista de estos materiales la elabora la Comisión Europea (últimamente cada tres años) y se basa en dos conceptos fundamentales: la importancia económica que tiene para la industria europea y el riesgo de suministro”, asegura Martínez Orío. El listado de 2011 recogía 13 sustancias. El último, publicado en 2020, 30. Este notable incremento evidencia la capacidad de compraventa, y España juega un papel muy importante a escala europea. “Es el caso, por ejemplo, del estroncio, del que España es único productor y suministrador al 100% de la demanda europea, o de la florita, de la que es también un proveedor notable”, explica el experto, que señala además otras sustancias que no se extraen en la actualidad, pero de las que sí hay señas de recursos notables, como el litio o el cobalto. “Desde el IGME registramos todos los indicios de presencia en el territorio nacional. Esto no significa que haya un depósito importante ni que se vaya a establecer allí un yacimiento, pero sí es un punto de partida para que otros actores -generalmente empresas- recojan la información y soliciten los permisos de investigación sobre el terreno”. En el caso de que se observe que, efectivamente, hay un recurso de interés económico, se solicita la concesión de explotación, con un proyecto detallado del que la autoridad minera valora su viabilidad e idoneidad.

 

Exploraciones en marcha

El proceso desde la localización de indicios hasta el inicio de la explotación suele durar en España entre 8 y 10 años. En ese margen se encuentran en la actualidad muchos proyectos en marcha. “La mayor parte están en la primera etapa, en la investigación del interés mineral. Otros pocos se encuentran en una fase más avanzada, donde ya se ha demostrado el yacimiento y se está preparando el proyecto de explotación.  En ese ámbito, los más desarrollados giran alrededor del litio, sobre todo en la zona norte de Extremadura, Castilla León y Galicia. También hay planes de producción de cobalto con un cierto grado de progreso en Asturias, e interés en torno a antiguas minas de estaño”, asegura Martínez Orío.

Además de la ralentización burocrática, los planes chocan en ocasiones con una oposición ecológica que condiciona la opinión pública y genera dudas en las instituciones. “En este sentido, desde el Ministerio de la Transición Ecológica y la Dirección General de Política Energética y Minas se está desarrollando precisamente un documento que trata la hoja de ruta de para la minería sostenible, con el objetivo manifiesto de trazar una serie de medidas que permitan un desarrollo del sector minero y del suministro de recursos naturales, cumpliendo con los mayores estándares de sostenibilidad ambiental y social”, asegura. En este esfuerzo el experto del IGME apunta también a una necesaria divulgación sobre el impacto del sector en el bienestar social y el desarrollo económico de la región. “Tenemos que hacernos cargo de que el nivel de vida que mantenemos está ligado totalmente al consumo de materias primas, y en este momento las que consumimos vienen del exterior, lo que genera una dependencia enorme de los mercados internacionales, a veces de países que no tienen nuestros estándares de seguridad y sostenibilidad”. La formación de equipos y trabajadores del sector también es un requisito indispensable teniendo en cuenta que muchos de estos minerales críticos no han tenido utilidad hasta hace relativamente poco, que han sido aplicados masivamente en industrias clave como la informática digital, la energía renovable o la movilidad eléctrica. Además, Martínez Orío recomienda desarrollar de forma paralela proyectos de transformación industrial asociados que aumenten el valor de estas explotaciones. “Se crearía más empleo y, sobre todo, un tejido industrial que podría permanecer una vez acabada la explotación, aportando riqueza a la región y un beneficio a largo plazo para sus ciudadanos”, explica.

Toda esta labor divulgativa ayudaría a cambiar la percepción que se tiene del sector. “Hay una imagen de la minería en España que está muy asociada a lo que fue la extracción del carbón: un pozo con galerías muy estrechas, y el minero con el martillo picador y la linterna en el casco. Eso es algo que ya no existe. Ahora mismo las explotaciones cada vez son más mecanizadas, y se opera con maquinaria con un alto nivel de desarrollo tecnológico que permite incluso acceder de forma remota, evitando muchos riesgos. La utilización de explosivos es infinitamente más segura de lo que era hace unas décadas, de tal manera que apenas tienen proyecciones y causan muchas menos vibraciones. Es decir, en todos los ámbitos el sector ha mejorado mucho técnicamente y eso se nota tanto en la seguridad de los trabajadores como en la afección al entorno”, afirma.

El impacto ambiental es, de hecho, una de las principales líneas de innovación que se siguen en el avance de la minería. Para ello se manejan técnicas de disminución de residuos y aprovechamiento de materias desechadas, que muchas veces se extraen junto al mineral principal y se utilizan posteriormente para el relleno del hueco minero. De esa manera, una vez acabada la explotación minera, la zona queda prácticamente como estaba en un inicio. “Yo creo que ahora mismo el principal desafío de la minería es su imagen. Es cierto que en países como el nuestro hubo años en los que el sector operó sin ningún tipo de estándar ambiental y social. Es decir, se daba prioridad a la necesidad económica del recurso, y se realizaban explotaciones sin tener en cuenta a la población local o las afecciones al entorno. Eso generó una serie de cicatrices en todo el territorio nacional, como escombreras o aguas ácidas. Este concepto tan negativo es muy difícil de revertir. Pero estamos poniendo todos los medios para que estos impactos que se produjeron en el pasado no se vuelvan a dar, tanto por normativa europea, que es la más garantista del mundo, como por legislación española. Y esta es la única forma de conseguir que la sociedad entienda que tener una explotación cerca de casa no solo no tiene un impacto negativo, sino que supone ventajas muy positivas que van desde el desarrollo económico hasta el aumento de recursos para la zona”, concluye.

 

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Roberto Martínez Orío, jefe de Área de Recursos Minerales del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC). Técnico de investigación, Desarrollo e Innovación en el Instituto Geológico y Minero de España (IGME) durante casi 20 años. La mayor parte de su experiencia está relacionada con la exploración de depósitos geológicos de recursos energéticos y minerales, así como de estructuras subterráneas para almacenamientos.  Ha ocupado diversos cargos de responsabilidad en el IGME, coordinando informes técnicos sobre proyectos mineros, así como proyectos de investigación sobre nuevas técnicas y yacimientos, tanto mediante financiación pública como en cooperación con agentes del sector privado.

 

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