La transformación tecnológica está impactando de lleno en las empresas de sectores clave de la economía. Finanzas, seguros e inmobiliaria se están revelando como claros atractivos de la innovación, de modo que las startups “tech” compiten y colaboran con las grandes compañías de estas industrias para adaptarse a las necesidades y expectativas del nuevo cliente digital.
Aunque ya en la segunda mitad de los 90, con la expansión del uso de internet y de la banca y el comercio electrónico, empezaron a surgir tecnológicas centradas en los servicios financieros, 2008 supuso el auge de estas compañías. La crisis económica mundial se produjo en un momento de renovación social, promovido por la digitalización global y la interacción (con el resurgimiento de las redes sociales), que derivó en un cambio de mentalidad del consumidor y la evolución de sus hábitos.
En ese contexto se entiende el surgimiento de las Fintech, primeras y más potentes de las empresas “tech”, especializadas en la adopción de diversos servicios financieros con base tecnológica. Diez años en los que la innovación no ha parado de expandirse a otros sectores predominantes de la economía mundial.
“Entre 2010 e inicios de 2017, el número de compañías del sector Fintech a nivel global evolucionó de alrededor de 3.000 a más de 8.800”
No obstante, entre 2010 e inicios de 2017, el número de compañías del sector Fintech a nivel global evolucionó de alrededor de 3.000 a más de 8.800 (lo que representa una tasa de crecimiento promedio anual de 19,6%), que pasaron de mover 15.300 millones de dólares a 101.000 millones (+37,8% cada año), según datos de la Fundación de Estudios Financieros (Fundef).
De hecho, en España la digitalización que están acometiendo las empresas de diversos sectores se presenta como el principal reto futuro, tanto desde el punto de vista económico, para incrementar su cifra de negocio y optimizar costes, como por la transformación de la mentalidad de las personas y la cultura de la organización que ésta conlleva. Se trata de una transformación que debe ser impulsada por la dirección y liderada por todo el equipo de personas que la componen, pues está claro que tan solo las compañías que sean capaces de insertar el chip digital en el ADN de la organización serán las que alcancen con éxito el reto digital.
Según estimaciones de Roland Berger, en un estudio de Siemens, la madurez digital de la empresa española en los sectores claves de la economía elevaría nuestro PIB en 120.000 millones de euros en 2025.
El cliente digital
Esta transformación tecnológica está provocando que las compañías cambien sus modelos de negocio, antes basados en el producto, poniendo ahora el foco de lleno en el cliente. No obstante, los consumidores están en la actualidad completamente digitalizados y sus interacciones con las empresas son cada vez menos presenciales y más telemáticas, lo que les permite recabar mayor cantidad de información (tomando decisiones más eficaces) y agilizar sus procesos de compra. Un cliente digital que impera en el mercado.
Un análisis reciente de Capgemini revela que el 50% de los usuarios de banca y seguros del mundo utiliza ya servicios y productos del ecosistema “tech”. Y España es el primer país de Europa y el quinto del mundo donde más se utilizan estos servicios, tan solo por detrás de China, India, Emiratos Árabes Unidos y Hong Kong.
En esta línea, y para dar respuesta a esa demanda, están proliferando las “tech”. Tanto, que la firma asegura que el crecimiento del sector en nuestro país ha sido del 300% en el último año, lo que supone que “cada semana se crea una empresa de este tipo en nuestro país”. En el mes de julio de este año ya había 308 Fintech y 102 Insurtech en España, según datos actualizados de Finnovating.
La digitalización de las empresas se está centrando precisamente en que la experiencia digital de sus clientes sea lo más satisfactoria posible, para lo que apuestan por la máxima personalización y diferenciación. Para ello, necesitan conocer al máximo al consumidor, recabando datos sobre él mediante analítica, flujos de contacto y consumo, dispositivos de acceso, histórico de relación con la compañía, etc. Solo así se le pueden ofrecer servicios de valor añadido.
“La transformación tecnológica está provocando que las compañías cambien sus modelos de negocio basados en el producto por otros que ponen el foco de lleno en el cliente.”
Las tecnológicas se pueden permitir estos complejos procedimientos y están testando de manera continuada nuevas experiencias de usuario, lo que les permite evolucionar sus ofertas y adaptarlas a diferentes canales. Las compañías tradicionales no pueden acceder en ocasiones a estos mecanismos costosos, por lo que se ven obligadas a contratar los servicios de Fintech e Insurtech, o se sirven de métodos de prueba y error, elaboración de “escaparates digitales” operativos 24 horas o introducción de elementos de gamificación para ganarse al cliente digital.
Los expertos creen que el futuro de todos estos servicios radica en la cooperación mutua en beneficio del consumidor. Por una parte, las empresas tradicionales deben trabajar más para que la experiencia de sus clientes mejore. Y en el caso de las “tech”, la oportunidad reside en asegurar la protección contra el fraude, mejorar la calidad del servicio y la transparencia.
Gráfico: Sectores más digitalizados a nivel global
¿Competencia u oportunidad?
Precisamente, la Asociación Española de Fintech e Insurtech (AEFI) explica el éxito del sector en nuestro país porque las Fintech están proveyendo al cliente de servicios financieros de manera más dinámica y eficiente, gracias al enorme acceso de la población a las nuevas tecnologías, y al uso más fiable del big data y del análisis avanzado de datos. Todo ello está derivando en que las empresas tradicionales pierdan cuota de mercado (las tecnológicas pueden estar poniendo en riesgo hasta un 24% de sus ingresos, según un análisis de PwC) y estén apostando de lleno por la transformación digital.
Aunque pueden ejercer cierta competencia, el verdadero valor de las startups tecnológicas radica de hecho en la colaboración, ayudando a las entidades financieras, aseguradoras o inmobiliarias (entre otros muchos sectores) a llevar a cabo la transformación digital que requieren los nuevos tiempos, expandiendo su cartera de productos y servicios. Todo ello gracias a su mayor capacidad innovadora, por centrarse generalmente en una única solución, y su mayor libertad normativa, al no tener una regulación específica. Los datos son inapelables; mientras las Proptech invierten, de media, un 43% de su facturación anual al desarrollo tecnológico, las compañías clásicas del sector, solo el 5,5%, según datos de Finnovating.
De hecho, el 45% de las entidades financieras tradicionales reconoce tener ya algún tipo de acuerdo con Fintech y el 82% aseguran que aumentarán el número de alianzas en los próximos tres a cinco años, según el Informe Fintech 2017, de PwC. No obstante, la previsión de los empresarios bancarios es que sus inversiones en estas compañías tecnológicas les generen un retorno del 20%.
Soluciones “tech” por sectores
Fintech, Insurtech y Proptech son las empresas tecnológicas que más influencia están teniendo en los mercados. Pero la digitalización se está expandiendo cada vez a más sectores y las soluciones que ofrecen están mejorando la experiencia de los clientes:
– Fintech (sector financiero). Métodos de pago digitales, atención a través de ‘chatbots’, blockchain y smart contracts para la ejecución automática de contratos, servicios personalizados mediante inteligencia artificial, entre otros.
– Insurtech (sector asegurador). Comparadores de seguros, plataformas de asesoramiento online, seguros de pago por uso, teleperitaje, etc.
– Proptech (sector inmobiliario). Marketplaces, compraventa de viviendas desde blockchain, realidad virtual y aumentada en la comercialización de pisos, dispositivos domóticos, tasación y geolocalización por big data, plataformas P2P…
– Wealthtech (sector patrimonial). Plataformas de inversión online (robo-advisor y quant-advisor), apps de microinversión y plataformas de gestión de carteras de inversión.
– Healthtech (sector salud). Big data aplicada al manejo de datos de los pacientes y profesionales, diagnósticos online, apps de cuidado de la salud, dispositivos ‘wearables’ de monitorización, son algunas de ellas.
– Legaltech (sector jurídico). Plataformas de autoservicios legales, automatización de trámites y tareas, marketplaces jurídicos, obtención de evidencias digitales, entre otras.
– Regtech (cumplimiento normativo). Automatización de tareas de reporting y control de riesgos, gestión de identidad a través de la biometría, control antifraude mediante la digitalización de las finanzas, son algunas de las más comunes.
La actual regulación: una carrera de obstáculos
El problema es que, aunque necesarias, las alianzas entre empresas tradicionales y tecnológicas tienen que superar una serie de obstáculos si se quieren consolidar y que, en ocasiones, están retrasando la firma de convenios. El estudio de PwC destaca que las cuestiones relacionadas con la ciberseguridad, las diferencias en el modelo de gestión y la cultura corporativa y las discrepancias en los modelos de negocio son los aspectos que más preocupan.
Pero si hay algo en lo que coinciden tanto las entidades tradicionales como las nuevas tecnológicas a la hora innovar es el obstáculo que supone la actual regulación, especialmente en lo referido al almacenamiento y protección de datos y a la autentificación de las identidades digitales.
“Las entidades tradicionales exigen para las startups tecnológicas la misma regulación y supervisión, para proteger al consumidor y garantizar la competencia.”
Además, las Fintech no cuentan con una regulación específica, pero el organismo de control bancario de la Unión Europea (European Banking Authority) ya está preparando una nueva normativa que regule el sector y que se espera para enero de 2019. Pero también en este sentido hay controversia, ya que la banca tradicional insiste en que estas empresas estén sujetas a la misma regulación y supervisión que le rige a ella, con el fin de proteger al consumidor y garantizar la competencia.
En la misma línea se mueven en el ramo asegurador. Desde Unespa se recuerda que la normativa que tienen que acatar las aseguradoras es especialmente exigente, por lo que cualquier actor que quiera operar en el sector debería cumplir los mismos requisitos de “solvencia, evaluaciones de estrés, gobierno corporativo e información interna y externa” a los que se someten las entidades tradicionales.