La Comisión Europea ha fijado el objetivo de ‘emisión cero’ de CO2 en 2050, y la industria cementera, elemento principal del hormigón, afronta con esta meta un gran reto por delante. Analizamos la situación del sector y su avance hacia una realidad más sostenible con la colaboración de José María Carrau, delegado territorial de ANEFHOP (Asociación Nacional Española de Fabricantes de Hormigón Preparado).
El hormigón es el segundo producto más consumido en el mundo, solo por detrás del agua, y es el pilar básico de la mayoría de las viviendas y la práctica totalidad de infraestructuras de transportes y gestión del suministros. Su industria está muy ligada a la del cemento, ya que actúa como aglomerante principal de este material, junto a los componentes áridos y el agua. El proceso productivo del cemento, que pasa por hornos a una altísima temperatura (en torno a los 1.400 °C), lleva asociado emisiones de CO2 a la atmósfera, lo que, en el contexto internacional de objetivo de neutralidad climática, ha obligado al sector a comprometerse con una hoja de ruta alineada con este propósito, y que en Europa se ha determinado como final del plazo 2050. “El cemento, hasta ahora, tenía unos modos de fabricación que implicaban una gran emisión, pero la industria lleva muchos años trabajando por reducirlos. El punto clave del proceso son las altas temperaturas que se requieren para fabricar el clínker, y la idea es sustituirlo por otras adiciones con unas características acordes”, explica José María Carrau, delegado territorial de ANEFHOP. “La industria del hormigón tendrá que diseñar, por tanto, nuevas dosificaciones, y sacar todo el potencial a sus cualidades. Sin duda puede suponer una época muy interesante de desarrollo”, asegura.
Avances de sostenibilidad
A pesar de su largo alcance, la industria del hormigón es muy local, y responde a las necesidades de un ámbito cercano. Esta característica, junto con su producción a demanda, hace que tenga cualidades sostenibles inherentes a su representación. “Cada fábrica de hormigón produce únicamente cuando hay un pedido, porque este ha de ser entregado fresco. Esto significa que consume en materia prima exactamente lo que necesita, y no lleva un consumo de energía extraordinario”, explica Carrau. Dentro del proceso de producción, las empresas han logrado avanzar extraordinariamente en el reproceso de residuos. “Hemos conseguido que en nuestras instalaciones el vertido de líquidos residuales sea cero, porque desde hace años estamos implantando la reutilización de agua -por ejemplo, en el lavado de vehículos-. Para ello contamos con unas balsas de decantación que, incluso, extrae el agua de un suministro que no ha sido utilizado en su totalidad por el constructor”, confirma el experto.
Otra de las prácticas asentadas en el sector es la del reciclaje orientado a la reutilización de residuos de otras industrias. “El hormigón que procede de estructuras que han dejado de tener uso y se demuelen, por normativa se admite que, convenientemente separado del acero, se tritura y se convierte en un árido que contiene todo el cemento fraguado, por lo que puede utilizarse en la fabricación de un nuevo hormigón”, enuncia Carrau, aunque añade una dificultad. “El problema es básicamente económico, porque no hay muchas demoliciones de estructuras y es preciso un proceso de extracción más caro, aunque es probable que en unos años esta circunstancia varíe, aunque la tecnología y la normativa ya existe”.
Sostenibilidad y líneas de investigación
Desde hace años, la industria del cemento trabaja activamente en la mejora de su comportamiento ambiental, y en los últimos 30 años ha conseguido disminuir sus emisiones totales de CO2 en un 27%. Con la firma del Green Deal (o Pacto Verde Europeo), estas aspiraciones se han convertido en un compromiso adquirido por todos los estados miembros de la Unión Europea. En el caso de la industria cementera, pasa por un primer paso de rebajar un 43% las emisiones en 2030 a lo largo de toda su cadena de valor. Para conseguirlo, se han tomado distintas medidas, como usar materias primas alternativas descarbonatadas, o el uso de residuos y subproductos de otros procesos reciclados.
“Desde las propias empresas cementeras y de hormigón se lideran importantes centros de investigación que ya han registrado avances como el hormigón ecológico o soluciones que precisan de menos cemento”, explica el experto, que cita también como ejemplos las mejoras en la propia practicidad del material, como en el caso de aquellos capaces de filtrar el agua y reconducirla por debajo del pavimiento para nuevos usos, lo que además del componente sostenible permitiría evitar encharcamientos.
“Existe también una iniciativa a la que se le ha dado bastante visibilidad, que es la capacidad del hormigón para absorber y almacenar carbono de la atmósfera. Ya hay estudios que demuestran esa capacidad de absorción, y hay experiencias de éxito. Son, digamos, unas cualidades inherentes. Por ejemplo, las superficies de hormigón pueden contribuir la administración del calor” añade, haciendo referencia a la CAUC (captura, almacenamiento y usos del carbono), una tecnología que ya ha avanzado a escala piloto en el desarrollo de técnicas de captura por oxicombustión y postcombustión, así como el uso de microalgas para absorber el CO2 y cultivar biomasa (que puede utilizarse dentro del propio sector, como combustible para los hornos, o en aplicaciones agrícolas).
Otras líneas de investigación se están haciendo desde la fase de aditivos. Se están desarrollando clínkeres que necesitan menos caliza en su formulación, por lo que requieren menos aporte de energía, aunque por sus diferentes cualidades no pueden ser utilizadas en todo tipo de construcciones.
Recuerda Carrau que, al margen del proceso de cemento, la mayor debilidad del sector del hormigón se encuentra en el transporte, donde se produce la mayor emisión, por lo que se apoyan en la industria de vehículos de cero emisiones (eléctricos, de hidrógeno o una combinación de ambos) para lograr reducir significativamente este balance en el plazo propuesto, como lo han logrado en otros ámbitos de su actividad. “Desde el punto de vista del fabricante de hormigón, se lleva años buscando que la fabricación reduzca en todos los aspectos del proceso la emisión de CO2 y, por otro lado, la sostenibilidad del mismo proceso, convertido en una actividad limpia. Es algo que se está alcanzando con vertidos cero de líquidos, la reducción de áridos -emisión de polvos a la atmósfera-. Ha supuesto un trabajo bastante intenso y se están consiguiendo”, asegura Carrau. “Creo que estamos avanzando y seremos capaces de llegar a esa fecha de 2050 en unas condiciones notablemente mejoradas”, concluye.
Ha colaborado en este artículo…
José Mª Carrau Criado es arquitecto, con especialidad en edificación, por la Escuela Superior de Arquitectura de Valencia (marzo de 1983). Ejerció de profesional libre desde 1983 hasta 1987.
Delegado de la Asociación Nacional Española de Fabricantes de Hormigón Preparado desde marzo de 1987. El ámbito actual de su Delegación es: Castilla La Mancha, Comunidad Valenciana y Región de Murcia.
Entre sus funciones cabe destacar el asesoramiento técnico, la organización de jornadas técnicas divulgativas, la peritación en casos de incidencias en el suministro, la participación en Comités de Certificación y la colaboración con la administración en el desarrollo de normativas técnicas. Colaboró como experto en diferentes grupos de trabajo, en la redacción de la Instrucción EHE-08 y ha participado en la redacción del Código Estructural en el Grupo de Trabajo de Ejecución.