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La electrificación de la economía, reto de la transición energética

Los compromisos de descarbonización aceptados a nivel global por estados y empresas están derivando en una transición energética en la que los recursos fósiles están siendo sustituidos de manera progresiva por renovables. La sociedad en general, con la industria a la cabeza, se enfrenta a una serie de desafíos en los que la diversificación en la generación energética y la digitalización de las redes eléctricas tendrán un papel determinante en el modo de producir y consumir energía en el futuro.

Nos dirigimos hacia un modelo descarbonizado “en el que las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el consumo de energía deben ir desapareciendo progresivamente” sostiene Marina Serrano, presidenta de la Asociación de Empresas de Energía Eléctrica (aelēc). De hecho, ese es el principal objetivo del Acuerdo de París, pacto global para luchar contra el cambio climático que entró en vigor en 2016, por el que los 197 países firmantes convinieron adoptar medidas sostenibles para evitar una subida de la temperatura del planeta en más de 2°C al final de este siglo “y, de hecho, esforzarse por lograr que no sea superior a 1,5° C”.

La clave de la descarbonización de la economía pasa, según Serrano, por la electrificación de la sociedad en su conjunto. “Hasta ahora, el vector energético que ha demostrado tener la capacidad para generar energía sin contaminar es la electricidad”, razona la experta, para quien la entrada masiva de renovables permitirá consumir energía sin emitir gases a la atmósfera.

Europa, líder del proceso

La Unión Europea es, en mayor medida, la que se ha comprometido a liderar este proceso de descarbonización del planeta, aunque actualmente sus niveles de electrificación sobre el total del consumo energético son bajos -en el orden del 22%-. Tanto la Comisión Europea como los Estados miembros llevan años trabajando en el desarrollo de planes que permitan realizar esta transición lo más rápidamente posible y a un coste asequible para consumidores y empresas.

“Hablamos de un proceso global en el que las interconexiones eléctricas internacionales también tienen un papel que jugar en toda esta transformación”, señala la presidenta de aelēc, que pone el ejemplo de la imprescindible colaboración entre los Estados comunitarios para la creación del que se denomina mercado único europeo de la energía, que requiere de unas reglas comunes para todos los países; unos mercados integrados que actúen como uno solo; y la capacidad necesaria para poder facilitar el intercambio de energía cuando sea posible, valiéndose de los excedentes de energía renovable entre unas zonas de Europa y otras, para así aprovechar al máximo la producción.

Con ese propósito está trabajando la Comisión Europea, que considera imprescindible la eliminación de las emisiones provenientes del consumo de la energía (que representan casi un 80% del total) antes del final de la primera parte del siglo. La Unión Europea ha elogiado algunos proyectos elaborados a este respecto, como el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), planteado por el Gobierno español, que propone para 2030 una reducción del 21% de las emisiones de gases de efecto invernadero respecto a 1990.

Por tanto, el cambio de modelo energético será un periplo de varias décadas en las que transitar de un paradigma que principalmente explota de manera excesiva los combustibles fósiles, como el carbón o el petróleo, hacia otro en el que el vector eléctrico sea prioritario en nuestras industrias.

El avance en la electrificación de la economía a partir de fuentes renovables está derivando en un aumento constante de las inversiones

Hacia una transición energética eficaz

El avance en la electrificación de la economía a partir de fuentes renovables es un proceso irreversible en todo el mundo, que está derivando en un aumento constante de las inversiones, mientras que los beneficios de acometer este proceso, no solo sanitarios y medioambientales son sustanciosos. No obstante, las necesidades adicionales de inversión asociadas con la transición para lograr que alrededor del 70% del mix de suministro de energía global en 2050 sea bajo en carbono (como exige el cumplimiento del Acuerdo de París) no superarían el 0,4% del PIB mundial según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), con un impacto neto positivo en el empleo y el crecimiento económico.

Afortunadamente, en la actualidad el proceso de transición ya ha superado dos barreras importantes: la tecnología para realizar este cambio a un coste asequible ya está ampliamente disponible en todo el mundo (principalmente para las energías solar fotovoltaica y la eólica); y el compromiso internacional para realizar esta transición es firme, especialmente en la Unión Europea.

Por ello Serrano consta que el principal reto en estos momentos tiene que ver con la visibilidad que se les da a los agentes para poder invertir en estos procesos. Esto requiere de un conocimiento previo de las condiciones que se ofrecen a los agentes para apostar por estas tecnologías renovables y en redes eléctricas, siendo esta última especialmente crítica. Asimismo, hace falta un marco normativo estable y predecible que dé las señales adecuadas para que las empresas sepan cuándo tienen que financiar estos proyectos. “No debemos olvidar que las inversiones en el sector eléctrico están destinadas a un funcionamiento de varias décadas, lo que requiere de visibilidad para poder hacerlas en un momento de cambio como el que vivimos”, justifica la experta.

En cualquier caso, considera que la clave para lograr alcanzar los objetivos propuestos para la transición energética es el aumento del peso de la electricidad en el consumo energético del conjunto de la sociedad: los hogares, los transportes, los edificios y las industrias. “De esta forma se permitirá la integración de más renovables y se acelerará el proceso de descarbonización de la economía que debe conseguir emisiones prácticamente nulas en 2050”, certifica. Para ello, será imprescindible el apoyo de las redes eléctricas, que son las que permitirán a los productores y consumidores enviarse mutuamente señales para saber cuándo es más barato consumir (porque hay un exceso de producción renovable) y cuándo no lo es (y puede ser alternativamente mejor autoproducir, almacenar o no consumir).

Digitalización de las redes eléctricas

Avanzar hacia un sistema configurado por tecnologías renovables lleva aparejado algunos obstáculos evidentes. Serrano pone la mira en el componente de intermitencia del desarrollo de estas tecnologías, ya que en todo momento dependen de la existencia del recurso natural (agua, sol, aire…), que requiere acompasar esta producción con el consumo. Por ello destaca que la inversión en renovables debe ir acompañada por otra equivalente en redes “para que puedan distribuir toda la producción a los consumidores y que estos lo puedan consumir de forma inteligente, adecuándose a la disponibilidad del recurso en todo momento”.

Gracias a estas importantes mejoras en la eficiencia energética se puede conseguir que la demanda para 2050 se aproxime a la de 2015, tal y como señala la hoja de ruta global de IRENA para la transición energética, mientras que el mix de fuentes cambiará sustancialmente y la participación de renovables en el suministro total de energía primaria alcanzará dos tercios para esa fecha.

Por este motivo, la digitalización de las redes eléctricas es uno de los procesos críticos de la transición energética. “En los próximos años vamos a pasar de un sistema de producción centralizado en un número pequeño de grandes centrales a tener varios cientos de miles de instalaciones conectadas en todos los niveles de tensión”, prevé la presidenta de aelēc.

Este sistema descentralizado convergerá con grandes modificaciones en el consumo energético de sociedad e industrias. “Para que el cambio en la forma de producir sea un hecho, y también lo sea el cambio en la manera de consumir, hace falta que las redes eléctricas actúen como plataforma de intercambio de electricidad entre todos los agentes del proceso, que además van a poder producir, consumir o almacenar la energía en función de sus necesidades”. De ahí que sean precisamente las redes eléctricas las que deban facilitar toda esta inteligencia en los procesos de producción y consumo, lo que está llevando a las empresas de distribución eléctrica a poner ahí su principal foco de atención a la hora de invertir, innovar y desarrollar soluciones para posibilitar todos estos cambios.

La ciberseguridad, vital para mantener el suministro

Todo este proceso de transición energética conlleva el gran reto de mantener la seguridad de suministro, ya que precisamente esa digitalización de las redes expone cada vez más al sistema eléctrico a ciberataques e incidentes que pueden poner en peligro la continuidad del mismo.

Desde la UE, se ha llevado a cabo recientemente una revisión del Reglamento Europeo de electricidad que recoge distintos aspectos de ciberseguridad. Esta nueva normativa, complementaria a la Directiva Europea ya existente sobre la materia, busca aumentar el nivel general de protección frente a ciberataques en todo el entorno comunitario, incrementando la cooperación entre los distintos Estados miembros mediante la introducción de requisitos en materia de seguridad y notificación de incidentes para las empresas denominadas “operadores de servicios esenciales”.

Además, la Comisión Europea también proporciona orientación a los operadores de redes, con la intención de lograr un mayor nivel de seguridad frente a ciberataques. Como incide Serrano, las empresas de distribución de energía eléctrica están centrando sus esfuerzos en garantizar que la comunicación en tiempo real sea segura, al igual que los protocolos de comunicación, y que se utilicen mecanismos de autenticación adecuados para la comunicación con sus dispositivos.

Principales necesidades de energías renovables en 2050

Fuente: Global energy transformation: A roadmap to 2050, de Irena

Ha colaborado en este artículo…

Marina Serrano González es licenciada en Derecho y en Filosofía y Letras, rama de Historia, por la Universidad de Zaragoza. Pertenece al Cuerpo de Abogados del Estado desde 1982 y es miembro del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid. Ha desarrollado la mayor parte de su vida profesional en la regulación de los sectores energéticos. Ha sido secretaria del Consejo de Administración de Red Eléctrica de España y directora de su Asesoría Jurídica.

En 1995, se incorporó al primer regulador eléctrico de España, la Comisión del Sistema Eléctrico Nacional, que se trasformó en la Comisión Nacional de Energía (CNE), organismo regulador de los mercados eléctrico, de hidrocarburos líquidos y gaseosos. En la CNE ha sido secretaria de su Consejo y directora de sus Servicios Jurídicos, para pasar después a ser nombrada miembro de su directorio, como consejera hasta octubre de 2013, fecha de extinción del organismo.

Ha sido vicepresidenta primera de la Asociación de los Reguladores Iberoamericanos de Energía (ARIAE). Asimismo, ha sido directora general del Patrimonio del Estado, en el Ministerio de Hacienda (2001-2004) y miembro del Consejo de Administración de Abertis Infraestructuras. En la actualidad, es Of Counsel en el despacho Pérez-Llorca, presidenta de la Asociación de Empresas de Energía Eléctrica (aelēc) y miembro del Consejo de Administración de OMEL.

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