Con el objetivo internacional de alcanzar la neutralidad de carbono a mitad de siglo, los principales sectores, como la industria marítima, tratan de adaptarse a este desafío superando su dependencia a los combustibles fósiles y adoptando tecnologías eléctricas.
Tras el objetivo internacional de alcanzar la neutralidad de carbono antes de 2050, los principales sectores e industrias tratan de adaptarse a este desafío eliminando su dependencia de combustibles fósiles como el carbón o el petróleo. Para ello, están adoptando tecnologías eléctricas que les permitan continuar siendo competitivos en el mercado sin dejar de lado la transición a una economía más sostenible y respetuosa con el medioambiente.
La industria marítima, una de las más importantes del mundo por su impacto en la creciente logística mundial —y, por tanto, en la economía global—, está dando grandes pasos para transformar su mecánica tradicional.
Una de las áreas que ha tenido una rápida adaptación a los nuevos sistemas energéticos ha sido la red portuaria, primera infraestructura del sector marítimo en sentir el avance de la electrificación con las ventajas que supone:
- Disminución de costes a largo plazo
- Reducción de gases de efecto invernadero
- Minimización del ruido.
Con algo de rémora, y un potencial aún sin explotar, el transporte marítimo da sus primeros pasos. En la actualidad, la inmensa mayoría de buques —tanto de mercancías como de pasajeros— navega por combustibles fósiles, aunque poco a poco vayan integrando elementos eléctricos. Esta aplicación se hace de forma parcial y no íntegramente sostenible, ya que los grandes barcos mercantes incluyen métodos de propulsión accionada por electricidad generada por motores diésel o de GNL, lo que les convierte en vehículos híbridos. Aunque aún queda mucho por recorrer, según un informe publicado por la consultora DNV sobre transición energética en el sector marítimo, el 12% de los buques que se construyen ya utilizan fuentes alternativas.
Un avance parcial y paulatino en el transporte marítimo
Las grandes travesías marítimas que sustentan la red logística internacional tienen la dificultad del tiempo y el espacio disponible a bordo para implementar sistemas eléctricos. Los buques que operan a corta distancia tienen más opciones de acomodar fuentes de energía alternativas que sirvan, muchas veces, de prueba y estudio para las tecnologías que cambiarán el sector. De hecho, y tal como indica el informe DNV, “para estos barcos, las distancias y las demandas de potencia energética variable hace que estos sistemas de propulsión eléctrica o híbrida lleguen a ser más eficientes que las mecánicas tradicionales”.
Los buques que operan a corta distancia tienen más opciones de acomodar fuentes de energía alternativas
Los ejemplos comerciales de naves eléctricas se limitan, por tanto, a distancias cortas, aunque no necesariamente a barcos de pequeño tamaño. De esta manera podemos ver ejemplos como el de Yara Birkeland, primer buque de carga estrictamente eléctrica, desarrollado por una compañía noruega. Este barco, de grandes dimensiones —80 metros de eslora, más de 3.000 toneladas y una capacidad de carga de 120 TEU— eliminará 40.000 viajes de camiones con motor diésel cada año y reducirá las emisiones de óxido de nitrógeno e hidrógeno de carbono transportando. Aunque su objetivo es la navegación autónoma para el transporte de contenedores, desde su puesta en marcha —en la primavera de 2022— se encuentra en una transición gradual de liberación de tripulación.
También en Japón ha habido flotaciones exitosas de buques eléctricos, como el E5 de la empresa Asahi Tanker, que se puso en marcha a finales de 2021. El buque, con más de 60 metros de eslora y 499 toneladas de peso, es el encargado de transportar combustible y materiales esenciales a otros barcos dentro de la bahía de Tokio. Gracias a la reducción de ruidos y vibraciones generadas habitualmente por los barcos, ha conseguido atenuar de forma considerable la contaminación acústica.
La barrera de contar con la capacidad de almacenamiento para embarcarse en aguas profundas hace que la mayoría de los buques se limiten al uso de gas natural licuado (GNL) o gas licuado de petróleo (GLP), que no son neutros en carbono. Otra opción son los biocombustibles, aunque son mucho más caros y aún no están al alcance de todos los mercados.
El sector marítimo está sometido a un acuerdo internacional que le insta al uso de combustibles renovables y bajos en carbono
La transición ineludible del transporte marítimo
La descarbonización del sector marítimo es un camino en el que no se dará un paso atrás y cuenta con el empuje de una normativa cada vez más estricta. Dentro del paquete de objetivos marcados por la Unión Europea, ‘Fit for 55’, el sector marítimo está sometido a un acuerdo internacional que le insta al uso de combustibles renovables y bajos en carbono. El propósito es reducir progresivamente las emisiones a partir de 2025 —regulación aplicada a los buques mayores de 5.000 toneladas, responsables del 90% de las emisiones de CO2 de todo el planeta—.
Aunque el compromiso es ineludible, la hoja de ruta se sustenta en vehículos híbridos que combinan la energía eléctrica con el uso de biocombustibles renovables o fuentes limpias. De este modo, van encajando retos propios de la electrificación como los sistemas de almacenamiento para un uso a largo plazo o la eficiencia en movimiento de sus infraestructuras generadoras. Con todas las líneas de innovación abiertas y un compromiso común para lograr el éxito de reducir el impacto de la actividad, el futuro de la descarbonización del transporte marítimo parece basarse en la sinergia de sectores y la complementación de energías respetuosas con el medioambiente.