La crisis sanitaria provocada por la pandemia de COVID-19 ha supuesto un enorme desafío a escala mundial, principalmente en el sentido socioeconómico. Cuando aún se mantienen latentes en casi todos los países las medidas restrictivas, las administraciones trabajan para reactivar los sistemas productivos y luchar contra la recesión global. En este escenario las Telecomunicaciones cumplirán un papel esencial. Conocemos, de la mano de un experto telco en la región, cuáles son las tendencias y oportunidades del sector en Latinoamérica.
Los cambios tecnológicos y las vanguardias que vertebran la transformación digital van a ser un sustento determinante de la recuperación económica y la reconfiguración del mundo tras la crisis del COVID-19. El confinamiento ciudadano y las medidas de alejamiento preventivo pusieron a prueba las infraestructuras de telecomunicaciones de todo el planeta. Para valorar el impacto de este desafío tecnológico en una región tan amplia y diversa como Latinoamérica es necesario analizar el punto de partida y la brecha existente entre países. Aunque reconoce que no se puede generalizar en este relato, Joaquín Guerrero, director de NAE Sur y Centro américa, considera que sí existen tendencias comunes a la región y al mundo que pueden ser revisadas de manera conjunta. “Desde el punto de vista de las telecomunicaciones, y posteriormente el acceso a Internet, Latinoamérica ha transitado -con sus propias peculiaridades- por la misma evolución que el resto del mundo: de una infraestructura restringida provista por el Estado a un servicio masivo desarrollado en un mercado de libre competencia”, asegura.
Hitos de la implantación tecnológica
El desarrollo de las infraestructuras en Latinoamérica está marcado por la configuración de dos grandes grupos determinantes para la historia de sus telecomunicaciones: Telefónica (con la marca Movistar) y América Móvil (con las marcas Claro y Telecel). “Ambos grupos compiten en los principales mercados, desde México en el norte hasta Chile y Argentina en el sur”, explica el experto ‘telco’, que añade que “junto a ellos aparecen más tarde otros grupos integrados como Milicom (con la marca Tigo) o Liberty Latam (con VTR Chile como principal activo).
En 2016, comienzan a aparecer las primeras OMV (operadoras móviles virtuales) con la entrada de Virgin en Chile, aunque lo hacen con un impacto muy moderado y sin llegar a alcanzar nunca el umbral del 10% de la cuota de mercado. “Si bien la tecnología móvil se ha generalizado, el acceso a Internet fija no lo ha hecho tanto, y en toda la región las penetraciones de estos servicios están lejanas a las de otros lugares. Esto pone de manifiesto lo que se conoce como la brecha digital, y es la desigualdad en el acceso a las TIC en función de múltiples factores, tanto sociales como geográficos”, afirma Guerrero.
El escenario actual, situándonos en un punto pre-COVID, dibuja una red de telecomunicaciones por lo general poco densa. “La penetración de la banda ancha fija es escasa y está concentrada en las ciudades, y las redes móviles cuentan con una densidad menor de estaciones base por kilómetro cuadrado de las que se despliegan en otras regiones. Por ejemplo, en Colombia se calcula que hay 20.000 emplazamientos, frente a los 50.000 que hay en España, aunque la primera doble en superficie a la segunda. La presencia de redes de fibra backbone que den conectividad nacional también es escasa, y ha sido detectada como cuello de botella que ha hecho a los estados invertir con proyectos que han obtenido un éxito variable, como la red dorsal en Perú, Internet para todos en Colombia, la Red Austral en Chile o el Fondo Nacional de Telecomunicaciones en Costa Rica”, expone.
Las deficiencias estructurales no impiden que el acceso a Internet sea una parte básica en el desarrollo industrial y ciudadano de Latinoamérica. “Chile es desde hace años uno de los países de la OCDE con mayor consumo de datos móviles al mes por cliente, y tanto México como Perú superaron en esa magnitud a países europeos como España, Alemania y Portugal. El consumo por acceso fijo de Internet -de nuevo en GB/m/c- de los países de la región dobla prácticamente el valor promedio de los países europeos”, declara.
Escenario actual
En la última década, Latinoamérica ha avanzado significativamente en términos de desarrollo de infraestructuras, aunque su ecosistema digital tiene un estado variable. Si bien la penetración a nivel general de la banda ancha fija es baja, en diferentes países se ha comenzado un despliegue vigoroso de la fibra óptica. “La conexión en Brasil rivaliza en este momento con las cifras que se consiguen en Europa”, asegura Guerrero, “y la penetración en Chile es muy relevante. En países como Perú o Colombia se están alcanzando también cifras notables. Mucho de este desarrollo corresponde a la estrategia de Telefónica de industrializar el despliegue de fibra y la respuesta de algunos jugadores locales. En la región hay presencia de redes con la tecnología alternativa basada en coaxial HFC que continúan desarrollando grupos como Claro o Tigo”. No obstante, estos desarrollos se concentran en áreas urbanas, por lo que aún queda mucho margen de mejora. “En lo que se refiere a 5G, la región está avanzando en la adjudicación de frecuencias y se están produciendo subastas, aunque se han visto afectadas por la pandemia. Uruguay declara tener una red comercial en explotación y hay múltiples pilotos abiertos tanto en Brasil, México, Colombia como Perú. La cuestión de la densidad de las redes se pondrá más de relevancia con el despliegue de estas nuevas redes”.
“La digitalización debe ser una de las palancas para la multiplicación de valor en todas las industrias, incluso en las del sector primario. Una de las palancas clave de 5G es la habilitación de casos de uso complejos, hasta ahora inabordables, precisamente en la agricultura y la minería. Incluso estamos considerando escenarios para la región en los que el progreso de 5G se da antes en entornos privados ‘B2B’ y llegan muy posteriormente a los usos del gran público”, avanza el experto.
Crisis del COVID-19
Las medidas preventivas impuestas por las autoridades de Latinoamérica para frenar la extensión e impacto del COVID-19, entre las que se incluyen el confinamiento restrictivo y el cierre de centros de trabajo, ha derivado en un aumento del uso de las redes de telecomunicaciones -tanto para el aprovisionamiento de bienes como para el mantenimiento de la actividad económica-. “Las redes latinoamericanas -tanto fijas como móviles- son poco densas comparadas con las de otras regiones. Una de las diferencias clave del impacto de la crisis ha sido un doble comportamiento: las redes móviles, que sirven a un porcentaje muy alto de clientes en prepago, han visto como su tráfico ha disminuido levemente, y como norma general las prestaciones (medidas como velocidad de descarga) no se han visto afectadas. Más bien han mejorado conforme pasaban las semanas.
Las conexiones fijas sí experimentaron de manera generalizada un aumento notable de tráfico. Este incremento hizo sufrir a las redes, y causó que las prestaciones se degradaran, si bien levemente, como en el resto del mundo”, explica. Desde esta perspectiva, hay casos como el de Perú, que soportó un fuerte impacto, mientras que México absorbió rápidamente la situación en fijo y mejoró las prestaciones en ambos tipos de redes.
La actividad económica también ha precisado de una digitalización de la producción para mantener la operatividad a pesar de las disrupciones implícitas de la crisis. Para que el sistema siga funcionando en el marco de la pandemia, las empresas deberían contar con un nivel tecnológico avanzado -tanto de cara a su propia actividad como a su comunicación con los operadores de logística o los operadores portuarios o aduanas-. Según un informe publicado recientemente (las oportunidades de la digitalización en América Latina), en el que han participado organismos como CEPAL o CAF, las empresas latinoamericanas presentan un alto grado de conexión a Internet, aunque la proporción de las que usan la plataforma en su cadena de aprovisionamiento es reducida. Por ello, independientemente de la cobertura infraestructural, una porción muy importante del tejido empresarial -especialmente pymes- no ha incorporado la digitalización a su cadena de aprovisionamiento ni a los canales de distribución.
Pero ¿se extraerá de esta emergencia alguna enseñanza? Joaquín Guerrero considera que sucederá a nivel mundial. “A nivel de gestión de riesgos, la industria en su conjunto no estaba preparada para la materialización de uno como este. Las medidas de urgencia de los reguladores de todo el mundo -y de Latinoamérica también- para declarar la conectividad un servicio esencial y las restricciones a la prestación de los servicios, las bajas y suspensiones tienen un componente claro de improvisación”. Asegura que, a nivel técnico, el patrón de uso de las redes fijas durante la pandemia fue bastante específico. “El tráfico de las redes de telecomunicaciones tiene unos valles -cuando poca gente está usando el servicio- y unos picos -cuando mucha lo hace-. Sobre todo, al comienzo del confinamiento, asistimos a un fenómeno de rellenado de los valles hasta llegar a crear, a veces “mesetas”. Sin embargo, la altura de los picos, aunque que creció, no lo hizo tanto. Es el caso contrario a un evento masivo, como la final del mundial de futbol. En este sentido la crisis pudo ser manejada con cierta facilidad por la mayoría de las redes fijas”, asegura.
Para que esta crisis no se cierre en falso, el experto nos da una serie de claves que podrían ayudar a crear una malla de valor sobre la digitalización, en la que es posible identificar varios players: los usuarios, los proveedores de servicios digitales -en particular los GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple)-, las empresas, los proveedores de infraestructura digital y las administraciones:
- Acceso a las herramientas digitales a un precio competitivo
- Incremento de valor distribuido a lo largo de toda la cadena
- Que las empresas sean capaces de generar valor mediante la digitalización de los servicios y productos, y que los business case soporten el paso de los procesos intensivos en mano de obra a unos nuevos basados en activos digitales
Ha colaborado en este artículo…
Joaquín Guerrero es director de NAE Sur y Centro América. Ha trabajado en la industria de las Telecomunicaciones los últimos 25 años, y ha desarrollado su carrera profesional como consultor trabajando para los principales grupos de la industria a ambos lados del Atlántico, incluyendo a Telefónica, Claro, Tigo, Orange, Vodafone, Entel, MásMóvil y otros muchos clientes.
En la actualidad es el responsable del negocio internacional de NAE y está enfocado en el crecimiento de la oficina de Perú. Sus áreas de expertise en la industria Telco incluye la definición de productos, el diseño y despliegue de la infraestructura, la transformación IT y los nuevos modelos de negocio con un foco específico en impacto de la calidad y la experiencia de cliente.