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¿Son compatibles el desarrollo económico y la conservación ambiental?

La transformación ambiental y su impacto en los ecosistemas están estrechamente ligados a las actividades humanas. Pero, ¿es necesario que el desarrollo socioeconómico del hombre comprometa la conservación de la biodiversidad y la protección de los recursos naturales?

Para analizar los factores que están determinando estos cambios y las estrategias para alcanzar un desarrollo sostenible, hablamos con Alejandro Rescia, investigador del Departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución de la Universidad Complutense de Madrid: “Los cambios ambientales derivados de la presencia y actividades humanas están dando lugar a un cambio global del planeta. Esta transformación del paisaje viene ocurriendo desde hace milenios, pero ha sido puesta en evidencia por los científicos en los últimos siglos, y ha sido percibida por la sociedad en las décadas recientes”, asegura.

El desafío de un desarrollo socio-ecológico

La huella que el ser humano ha dejado a lo largo de la historia puede verse en todo el mundo, pero es el modelo de consumo intensivo actual, masivo y globalizado, el que está produciendo los mayores estragos. El problema es que este se basa en actividades relacionadas de forma directa con el medioambiente, como la minería, la explotación forestal, la agricultura o la ganadería, y el impacto sobre la biodiversidad es mayor.

“Aunque no sea aún norma -sobre todo para grandes compañías-, existen ejemplos de buenas prácticas, como la gestión sensata del territorio por parte de ‘gente del campo’ (agricultores, ganaderos…) que durante siglos, como es el caso de los sistemas agro/silvo/pastorales de dehesas en España o los montados en Portugal, han contribuido a aumentar o conservar la biodiversidad local o regional”, expone Rescia, señalando la importancia de mantener esta riqueza de especies que, en definitiva, representa el componente biológico de los ecosistemas.

“La idea de un desarrollo económico compatible con la conservación de la naturaleza es el llamado desarrollo sostenible, es decir, que no necesita aportes externos de recursos ni ocasiona pérdidas de los existentes. En términos de viabilidad ecológica, significa que la tasa de explotación o consumo de recursos no supera su tasa de renovación”, explica el experto. Para lograrla, es esencial adoptar un enfoque holístico que respete los límites biofísicos del planeta. El uso responsable de las materias primas, la reducción de residuos y la eficiencia energética serán clave para alcanzar una sostenibilidad socio-ecológica.

Evaluación crítica de la situación actual

En el año 2005, se publicaron los resultados de un informe encargado por la ONU en el que se revelaba que prácticamente todos los biomas han sufrido alguna alteración de su superficie ocupada, principalmente por la actividad agraria. Se considera ‘biomas’ a las comunidades ecológicas con una fauna y una vegetación características, determinadas por el clima y la geología local. Entre los más afectados se encontraban los ecosistemas mediterráneos y de zonas templadas. Además, en un estudio más reciente (2020) se precisó que casi el 60% de los ecosistemas terrestres están sometidos a una presión humana moderada o intensa.

Aunque se pueden determinar las características de las prácticas más destructivas para el medioambiente, es difícil establecer un orden de gravedad en los problemas ambientales que generan. Sin embargo, sí podemos determinar su dureza: “Anualmente, el Foro Económico Mundial da a conocer los principales riesgos globales clasificados según su severidad y grado de incertidumbre. Según el de 2024, en los próximos dos años los mayores riesgos serán la desinformación, los fenómenos meteorológicos extremos, la polarización social, la ciberseguridad y los conflictos armados. A más largo plazo, se añaden a la lista los cambios críticos en los sistemas terrestres, la pérdida de biodiversidad y ecosistemas y la escasez de recursos naturales”, expone el entrevistado.

Para minimizarlos, es necesario actuar sobre las emisiones de gases de efecto invernadero: “Además de seguir buscando fuentes de energía alternativas y de mejorar la eficiencia en su uso, es fundamental cambiar el modelo de consumo actual, tener ‘menos de todo’, como resumió recientemente en un artículo de opinión el escritor Antonio Muñoz Molina. Esto implica el compromiso de modificar tu forma de vida o, por lo menos, reducir el gasto energético con actitudes y conductas concretas”, advierte Alejandro Rescia.

Los cauces para lograr un equilibrio

El equilibrio entre desarrollo económico y conservación ambiental es uno de los mayores desafíos de nuestra época. Para alcanzarlo es imprescindible hacer un ajuste sensato entre los tres pilares de la sostenibilidad: el social, el económico y el ambiental: “Estos pilares deben estructurarse de forma jerárquica. Es decir, la base debe ser siempre la biosfera, el componente biológico del planeta. Esta da soporte a la sociedad que usa los recursos naturales de acuerdo con un sistema económico determinado que los administra. Este es el orden lógico, por lo tanto, a escala global, la sociedad en su conjunto se verá afectada por la forma de apropiación de los recursos (sostenible o insostenible) y por los impactos derivados de esta apropiación (degradación biofísica, residuos, contaminación)”, asevera el experto.

Reducir el impacto ambiental de las actividades humanas mediante la implementación de medidas preventivas es esencial para minimizar el daño. Esto incluye la adopción de tecnologías limpias, la restauración de hábitats degradados y la creación de corredores ecológicos que conecten áreas naturales fragmentadas.

Desde una perspectiva sectorial, muchas regiones e industrias están avanzando en la integración de prácticas sostenibles para garantizar que el desarrollo económico y la conservación ambiental vayan de la mano. A nivel europeo se han creado importantes marcos de referencia, como la Política Agrícola Común (PAC), que marca las pautas para luchar contra el cambio climático, proteger los recursos naturales y reforzar la biodiversidad mediante una gestión responsable de insumos tales como los plaguicidas, los abonos, los herbicidas y el riego. Los agricultores que utilizan estos métodos reciben subsidios económicos. Además de este apoyo, tanto ellos como la sociedad en su conjunto se verán beneficiados en cuanto a bienestar y salud.

Otras industrias, como la minería, comienzan a tener la exigencia normativa de rehabilitar los espacios tras llevar a cabo una explotación. “Creo que es importante que exista esta regulación relacionada con la restauración ecológica y la conservación de las especies afectadas por las actividades humanas. Son medidas compensatorias y correctoras útiles, si se considera que una actividad es inevitable o no puede desarrollarse sin impacto ambiental. En cualquier caso, siempre es más razonable tomar medidas preventivas que minimicen o mitiguen el impacto ambiental de las actividades”, concluye Rescia.

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Alejandro Rescia

Alejandro Rescia Perazzo es Doctor en Ciencias Biológicas, Investigador y Profesor del Departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución, Unidad Docente de Ecología, de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y Asesor de Biodiversidad y Medioambiente del Vicerrector de Tecnología y Sostenibilidad de la UCM.
Ha trabajado en líneas de investigación relacionadas con la conservación de la biodiversidad, turismo rural y cultural, resiliencia socio-ecológica y espacial de paisajes culturales, participando en más de 20 proyectos en diferentes áreas geográficas de España, Argentina y en el Continente Antártico. Tiene más de 60 publicaciones, considerando artículos, libros y capítulos de libros. Imparte docencia a nivel de grado y máster y ha dictado cursos internacionales de posgrado en Argentina, Colombia, México y Brasil.

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