El agua es la esencia de la vida en nuestro planeta, pero también un bien fundamental en el desarrollo económico y el bienestar social de los países. Como recurso de uso cotidiano e ineludible, compensar su carencia en tiempos de escasez es una prioridad para los gobiernos.
Tal y como reflejaba nuestro texto sobre el valor del agua , este es un bien estratégico y esencial a escala global, y cumple un papel crucial en el desarrollo económico, la cohesión social y la estabilidad de las relaciones internacionales. Además, es transversal a numerosos Objetivos de Desarrollo Sostenible, y fundamental en el ODS número 6, que reclama garantizar su disponibilidad para todos y alerta de que miles de millones de personas no tendrán acceso a agua potable en 2030 (actualmente, dos mil millones no lo tienen).
Existen ciertos factores que agudizan este riesgo, tales como el crecimiento demográfico, el uso intensivo de agua, la variabilidad de las precipitaciones o la contaminación. Para adaptarnos a esta realidad y fomentar una gestión hídrica sostenible y resiliente, se están impulsando iniciativas para paliar esta carencia y trazar un futuro menos vulnerable. En contextos muy diferentes, estas son algunas de las medidas que están comenzando a dar resultados positivos. A pesar de su especificidad, estas técnicas requieren un enfoque colaborativo entre gobiernos, comunidades y empresas para ser efectivas.
- Planificación hídrica en las grandes ciudades. Como apuntamos en un reciente artículo, las grandes urbes son un reto en materia de gestión hídrica, pero también suponen la oportunidad de aunar fuerzas para lograr un impacto muy positivo en el medio. La renaturalización de los espacios, la adaptación de las infraestructuras o la implementación de confederaciones hidrográficas para la gestión de cuencas que discurren por más de un territorio son algunas de las prácticas que están permitiendo mejorar la calidad de los recursos hídricos y hacer frente a las sequías.
- Desalinización de agua. Desarrollar plantas que conviertan agua salada en potable en zonas costeras es, hoy en día, un opción de producción muy relevante a escala global. Países como Arabia Saudí —donde cuatro de cada cinco litros de agua consumidos provienen de la desalinización—, Emiratos Árabes, Estados Unidos, Japón o España están a la vanguardia de la capacidad instalada. En nuestro país se encuentra la mayor desalinizadora de la Unión Europea, ubicada en Torrevieja (Alicante), con una capacidad nominal de 240.000 metros cúbicos al día y una autorización de ampliación hasta los 360.000 metros cúbicos. Gracias a la cooperación internacional, países en desarrollo están empezando a implementar centros a pequeña escala.
- Filtración avanzada. En la actualidad, existen técnicas punteras para filtrar el agua, con el objetivo de conseguir que sea apta no solo para el riego, sino también para su consumo. En una entrevista Baltasar Peñate, investigador del Instituto Tecnológico de Canarias (ITC), nos habló del método más utilizado: la ósmosis inversa. Esta técnica de filtrado por membrana semipermeable está desbancando a tecnologías más tradicionales como la destilación, y cuenta con ventajas como un mínimo consumo de energía, mínima intervención humana para evitar riesgos y un considerable ahorro de costes.
- Tecnología y prácticas innovadoras. La inversión en investigación y desarrollo de tecnologías es fundamental para seguir protegiendo las masas de agua y potenciar el uso eficiente de los recursos existentes. Existen técnicas que ya han sido aplicadas con notable éxito: la sensorización avanzada, que utilizan dispositivos para detectar y calibrar la humedad en la superficie o en capas inferiores, alertando de posibles fugas; las plataformas digitales, que aplican modelos matemáticos, análisis predictivos e incluso Inteligencia Artificial para optimizar la distribución hídrica, anticiparse a eventos meteorológicos adversos y trazar las redes de suministro en entornos urbanos o industriales; y gemelos digitales, que son aplicables en la fase de diseño de estructuras hídricas o en su mantenimiento, ya sea preventivo o reactivo.
- Recuperación del agua subterránea. A diferencia de las masas de agua en superficie, existe un volumen considerable bajo tierra que podría ser aprovechado, previo tratamiento, para consumo humano y en la agricultura. Para abordar esta práctica es necesario tomar las medidas adecuadas para no explotar los recursos hasta su extenuación ni dejando un impacto negativo en el medioambiente. Con este objetivo, la Universidad Politécnica de Cartagena ha desarrollado una tecnología que permite recuperar agua subterránea salobre mediante métodos como la desnitrificación y la evaporación, basados en energía renovable y evitando la generación de residuos.
- Restauración de ecosistemas. Proteger humedales, reforestar bosques y recuperar suelos degradados puede atenuar la desertificación, regulando el ciclo del agua —incluso con un incremento de las precipitaciones—, mejorar la retención de humedad y aumentar la resiliencia ante las sequías. Además de la restauración de espacios naturales, es conveniente llevar estas prácticas a la agricultura, cultivando productos adecuados al clima, en cantidades asumibles y respetando la biodiversidad de la región.
- Recolección de agua. La arquitectura moderna está integrando en los diseños de grandes y pequeñas infraestructuras métodos de captación y almacenamiento de agua pluvial para su uso posterior. Estos sistemas, de sencilla implementación -y de una estética respetuosa con el entorno- pueden llegar a suplir un considerable porcentaje del agua necesario por estos edificios o comunidades. Entre los distintos modelos de éxito podemos destacar los depósitos de drenaje y dispensación, los tanques bajo tierra o los tanques modulares -especialmente útiles en espacios de cultivo-.
- Educación y política. Para sostener el uso inadecuado de agua y acompasar el desarrollo económico con una gestión hídrica responsable es importante alcanzar un compromiso compartido y una conciencia social. Si bien en el ámbito académico se trata de inculcar rutinas de ahorro, es imperativo complementar esta educación con políticas que promuevan una gestión industrial y agrícola sostenible y eficiente.